Un buen consultor financiero debe conocer perfectamente el perfil de su cliente (riesgo, capacidad inversora, situación personal, etc) y nunca le recomendará productos que no se adapten a sus necesidades.
Un consultor financiero responsable no apremiará a su cliente para que firme algo de lo que no está totalmente convencido. Una frase como “la oferta de este producto termina mañana” debería despertar las alertas del inversor.
Un consultor responsable y ético le facilitará a su cliente toda la información del producto financiero por escrito, para que pueda estudiarla y revisarla con calma: posibles comisiones, las penalizaciones, los cargos, las tasas de interés, los riesgos, etc.
El consultor no se empecinará en ‘colocar’ ciertos productos. Si el cliente no está convencido, se le pueden proponer varias alternativas acordes con su perfil y siempre aclarando las ventajas e inconvenientes que entraña cada opción.
Un consultor debidamente formado puede suponer una gran diferencia económica para el inversor, al optimizar sus decisiones y evitarle decisiones de ahorro equivocadas.
Un consultor personal debe ser capaz de explicar sus recomendaciones financieras en un lenguaje correcto, pero que el cliente entienda y no escudarse en tecnicismos para obviar otros aspectos.
Es recomendable que el cliente se interese por el fomento de su cultura financiera. Al fin y al cabo, será el que tome la última decisión de inversión, después de conocer las distintas alternativas que se le presentan.
El consultor financiero debe estar al día de todos los movimientos del mercado y tenerlos en cuenta a la hora de proponer las mejores alternativas de inversión a su cliente.